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Tres décadas de buena atención y camaradería

Samuel Monroy se desempeñó como garzón en los más renombrados y recordados locales y restaurants de Puente Alto.

Oriundo de San José de Maipo, Samuel Monroy Alvear (74) se crió con sus abuelos, en la localidad de El Volcán. Mayor de una familia de 10 hermanos, cursó sus estudios escolares hasta 5° básico, pues la situación económica lo obligó a salir a trabajar a temprana edad, para aportar monetariamente al hogar.

“El primer trabajo que tuve fue en el Cajón, en el almacén de don Luis de la Paz, y después en una librería, que además vendía diarios en la comuna, los que me tocaba salir a repartir con un colega, por varias localidades, así como en los hospitales, la Casa de Salud, etc. En una de esas salidas llegué a la hostería “El Paso” en Guayacán. Con el dueño nos hicimos conocidos con el tiempo, y se me dio la oportunidad de trabajar como garzón: ahí fue cuando se puede decir que comencé, con 17 años de edad. Estuve hasta que fui llamado para hacer el servicio militar, y una vez terminado, busqué pega en lo mismo, pero en Puente Alto. Ya le había tomado el gustito a esto”, comenta don Samuel.

Así es como entra a laborar en el “Pam Pam”, de avenida Concha y Toro, el que dice, por esos años “era el local más moderno que había para la juventud de esa época en la comuna”, donde estuvo por un tiempo, para luego trasladarse al “Rapa Nui” al que cuenta se fue más que nada “por la categoría de gente que asistía, pues iban todos los “turcos”, los “paisas” como se decían entre ellos. Ahí conocí harta gente, más de alcurnia de la comuna, por decirlo así”.

Eso sí, uno de los locales en que se desempeñó por más tiempo y que recuerda con mucho cariño fue “La Casona”, ubicada en calle Balmaceda, administrada por don Gustavo Arzola, en donde su horario laboral se extendía hasta las 3 a 4 de la madrugada, de ambiente muy bohemio, en el que dice atendió a varias personalidades de la comuna y a autoridades, algunas que iban junto a sus padres cuando eran niños y adolescentes, como los exdiputados Leopoldo Pérez y Osvaldo Andrade, entre muchos otros.

El último local en el que don Samuel trabajó como garzón fue el “Stephan” emplazado al lado de la Panadería Chilenita en calle José Luis Coo, cerrando de esta forma 30 años dedicado al rubro.

LLEGADA DE LA “MODERNIDAD”

Si hay algo que ahora dice Samuel que echa de menos, es la camaradería y el buen trato que existía antes en los diversos locales y restaurants de la comuna, con trabajadores que duraban años en el cargo, y clientes que prácticamente se hacían amigos de los dueños, garzones, etc. “El garzón pasaba a ser el empleado de confianza, no del patrón, sino más bien del cliente, ¡y eso le convenía a los dueños pues!”, afirma. “Con una buena atención, los comensales volvían felices. Se creaba un ambiente muy grato, de mucha confianza”, agrega.

Según su opinión, fue la llegada de los grandes centros comerciales, los malls, así como locales de comida rápida que comenzaron a proliferar en la comuna, lo que hizo que muchos restaurants cerraran. Dice que influyó, asimismo, que se empleaba mayormente a jóvenes, a quienes se les pagaba menos, y que gran parte solo buscaba trabajos temporales.

Consultado por su presente, comenta: “me dediqué un tiempo a hacer entregas en la Chilenita, como repartidor, después estuve manejando buses TurMaipo y terminé como chofer del Transantiago, recorriendo toda la capital. Hace tan solo dos años me retiré, con la llegada de la pandemia. Hoy vivo de las rentas que me producen las deudas (risas)”, concluye.

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