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Pascual y su vida en la feria: “Decir basta, cuesta”

El vendedor de 74 años ha estado toda su vida en la feria. Su arduo trabajo le permitió entregar educación profesional a sus cuatro hijas y ha tenido costos en su salud, sin embargo, señala que es difícil abandonar la tradición que heredó de su madre y padre.

Pascual Sequeida Espinoza es uno de los trabajadores más antiguos y queridos de la feria que se establece todos los miércoles en la calle Eduardo Cordero, y todos los sábados en la calle Santa Elena, en la comuna de Puente Alto.

Mientras conversaba con PALD, vecinas y vecinos lo saludaron en numerosas oportunidades. “Me alegra que ahora sea famoso”, le dijo una de las clientas que atiende hace años. “Muchas gracias… saludos a su papá”, replica mientras le sonríe con amabilidad.

Lleva décadas trabajando en el sector. De hecho, el oficio lo aprendió de su madre y lo desempeñó por años junto a sus hermanos cuando tenía, aproximadamente, 14 años de edad. Actualmente, tiene 74 años.

Recuerda que empezó a hacerse cargo junto a sus hermanos “cuando tenía 12, 14 años. Empezamos a trabajar los puestos, porque teníamos el de mi mamá y de mi hermano. Después fue trabajar, trabajar y trabajar. Mi padre era agricultor, también. Sembraba harto mi papá, y mi mamá vendía aquí”.

Relata que su trabajo es “una historia familiar, mi mamá me andaba trayendo en carretela a mí. Ella manejaba, en ese tiempo se usaban puras carretelas. Vinimos a tener un camión el año ‘88”.

Eran siete hermanos en total: tres mujeres y cuatro hombres. “Ahora sólo quedo yo de los hombres. Hace cinco años dejé de sembrar, yo sembraba en Juan Estay, ahí teníamos las tierras donde le arrendábamos las chacras, también sembrábamos con mis hermanos”, cuenta.

Don Pascual vende hortalizas. “He sido poco frutero, más verdulero”, dice. Su esposa, María Eugenia Carvajal, entre risas, evita con vehemencia ser fotografiada y entrevistada. Han estado casados por 46 años, y hace 25 lo acompaña en la feria, sus puestos están juntos y venden las mismas verduras.

La pareja tiene cuatro hijas, seis nietos y nietas. El arduo trabajo ha permitido que hoy todas sean mujeres profesionales, pero a lo largo de los años, no fue sencillo sacar adelante a la familia. “Es matador, yo estoy jodido de la artrosis en las manos y en la espalda por eso, porque uno llega a las 6:00 de la mañana aquí, y se va cerca de las tres de la tarde”, relata el feriante. 

Sin embargo, no se lamenta por el esfuerzo y se enfoca en los resultados. “Ahora estamos disfrutando un poco más a la familia, pero tiene un costo alto. Antiguamente, estuve trabajando full, por mis hijas, todas profesionales. Y para darle a los estudios, hay que ponerle. Están todas con sus estudios buenos: una es abogada, otra contadora auditora, ingeniera en turismo y prevencioncita de riesgos. Entonces, estoy orgulloso”, comenta don Pascual.

Agrega que sus hijas “de repente llegan y me echan una manito. No quieren que trabaje mucho, pero esta es mi vida, entonces, cuesta soltarla. Y por la enfermedad no más, si no, no; porque yo tengo ánimo, pero los dolores son los que me apagan”.

El vecino cuenta que sufre de artrosis por los intensos años cargando sacos y sacos de papas, lo que ha repercutido en su cuerpo.

“Me tiene muy afectado la enfermedad a mí. Yo creo que este va a ser mi último año. La artrosis que tengo en la espalda, en las manos, en los brazos, me deja para abajo. Los dolores son tremendos”, explica.

Al ser consultado si es que ha pensado en otras opciones, responde que “trato de cambiar a algo más liviano, pero igual hay que trabajar temprano, hay que salir temprano, a mí no me gusta llegar tarde. Y yo a las 4 de la mañana ya estoy despierto, porque me he levantado toda una vida a esa hora. Entonces, por más que uno tome medicamentos para dormir, igual despiertas a las 4, 5 de la mañana. Los doctores me han dado pastillas buenas para dormir, y despierto igual”.

Riendo, cuenta que “a veces, me da envidia mi señora que se pone en la almohada y se queda dormida. Y yo ahí, me quedo pensando, arreglando el mundo, porque uno arregla el mundo y no se puede”.

Según explica a PALD, ha barajado retirarse, pero “cuesta mucho dejar el trabajo, se enferma uno en la casa. Yo ya estuve dos años porque me operé de la cervical, me pusieron una placa en la espalda, pero dejar la feria cuesta mucho, porque uno nació aquí. Está el público, la clientela que te conoce”.

Sequeida valora mucho a las personas con las que trata y desempeñar su trabajo le permite cambiar el foco. “Yo tengo mi público, y eso es lo que echo de menos. Si me voy a la casa… pucha, yo estuve un tiempo ya, y estuve jodido. Aquí, con la gente que uno habla, se le olvidan los dolores que tiene. La mente trabaja en otra”, menciona.

“Uno tiene que ser bien amable con la gente, porque usted pierde una clienta y ya queda mal en toda la feria”, acota don Pascual. “Tengo mucha gente conocida. Toda una vida aquí, entonces, la gente lo conoce y uno sabe atender bien, porque uno vive de la clientela”, dice de su trabajo y la importancia que tiene para él el trato con las personas.

                Y enfatiza, “uno no pierde atendiendo bien, se gana a la gente”.

ALZAS Y RETIRO

Son muchos los episodios que ha vivido a lo largo de décadas trabajando en la feria. Se ha enfrentado a la honestidad, engaño, robo y cambios que han afectado su trabajo.

“Hay gente que piensa que uno le está robando y hay gente que viene con pillerías, también. Me metieron billetes falsos de 20 mil y 10 mil pesos. De repente, uno apurado atiende y ahí te dan el billete”, dice de las veces que lo han engañado.

Por otra parte, ha visto como el bolsillo de los clientes se ha visto afectado por alzas injustificadas que llevaron al Gobierno a comprar papas al país trasandino.

“El precio de la papa, por ejemplo, ha afectado a la gente. Antes, por ejemplo, en los 80, yo vendía 50 sacos de 80 kilos diarios; después empezaron a bajar los sacos a 50 kilos y ahora van en los 25 kilos. De esos vendo ocho o 10 sacos”, cuenta.

El vendedor alude a la llamada “Ley del saco”, promulgada el 2017 y que redujo de 50 a 25 kilos el peso máximo que un hombre puede manipular en operaciones de carga y descarga. Mientras que, para mujeres y menores de 18 años de edad, el límite se fijó en 20 kilos.

“La tienen que bajar un poco, porque la gente está comiendo menos papas. En vez de comprarte cinco kilos, tres kilos, ahora te compran dos, uno. Antes nadie te compraba un kilo, y aquí a veces los otros compañeros no querían atender por un kilo”, dice Sequeida

Cuando PALD retoma el tema de dejar de trabajar por los dolores que enfrenta, don Pascual se toma unos segundos y dice “voy a ver cómo está la salud, pero no sé. Me cuesta mucho decirlo… porque cuesta mucho retirarse de algo en lo que uno ha estado toda una vida. Decir basta, cuesta”.

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