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Funeraria Magdalena, la más antigua de Puente Alto

Su propietario la fundó el año 1972 y, actualmente, cuenta con una segunda sucursal en la comuna de San José de Maipo. Sin embargo, su inicio estuvo ligado a la indolencia y abuso de los funerarios ante la necesidad de las personas.

La historia de la Funeraria Magdalena, ubicada hace 51 años en la calle Clavero, en la comuna de Puente Alto, tiene detalles que reúnen la necesidad y la fe.

Su fundador, don Carlos Rojas Villanueva, tiene 84 años de edad. En conversación con PALD, el ex carabinero comenta cómo la muerte de su padre dio origen a su negocio, que cuenta con una segunda sucursal en San José de Maipo, la que es atendida por él.  

Lleva 9 años dirigiendo dicha sucursal en la comuna. Lo hace solo, su esposa, Isabel Andrade Urra, falleció en octubre del 2021 y tener un trabajador no es sostenible financieramente.

Durante el tiempo que la dirige, meses después de la pérdida de la señora Isabel, sufrió un incendio que dejó graves daños en el inmueble que arrienda. Según comentó Rojas, todo se originó por un cortocircuito, pero el dueño “no se puso con nada”. Y la municipalidad, al ser un negocio, tampoco cooperó tras el siniestro.

“El dueño no apechugó ni con una lata. Pero como yo tengo un principio de persona, me considero honesto, la gente me decía ‘váyase, déjelo así, porque el dueño lo tiene que arreglar’”, comenta sobre el incidente.

Y agrega que les respondía a sus vecinos “mi honorabilidad la cuido en todas partes. Si usted me arrienda su casa con ventanas, con puertas, luz, agua, entablada, ¿cómo quiere que se la devuelva yo?”.

Pese al siniestro, la falta de ayuda municipal y la ausencia total del dueño del inmueble –conocido por vecinos y vecinas del sector–, don Carlos sigue en pie con la funeraria operativa, siendo la única de la comuna que ha permanecido.

“Antes que llegara yo, duraban tres meses aquí. Un veterano que se sabía todas las historias, me decía que habían pasado cinco funerarias, ‘seis con usted, tal vez usted dure’”, recuerda sobre los fracasos en su rubro que se han visto en San José de Maipo.

El trabajador enfatiza que la permanencia de ellos no funciona “por el desorden: primero tenían que pagar arriendo, al trabajador, la luz, el agua… y no les gustó, porque no vendían nada. Entonces, se van. Para todos los negocios debería estar presente el dueño o la dueña… y ser consciente con la gente y el personal”.

HISTORIA Y DETERMINACIÓN

Don Carlos cuenta los detalles de su historia con calma: inició en el negocio a los 33 años, tiene cuatro hijos e hijas y 13 nietos. Al ingresar a la funeraria hay cuadros en los que se rememoran las dos sucursales de Magdalena, en su escritorio tiene tarjetas y una biblia.

“La funeraria partió 51 años atrás, en Puente Alto. Por la necesidad puse esto, con la ayuda de Dios, porque falleció mi papá y no teníamos un peso para la funeraria. La Junta de Vecinos me juntó casi 5.000 pesos, y el servicio más barato en Puente Alto costaba 18.000 pesos”, recuerda.

La falta del dinero necesario lo obligó a buscar soluciones para que su padre pudiera contar con los servicios fúnebres. “Después, yo anduve por Santiago, me fui a pie de 10 de julio a Plaza Chacabuco y de ahí me fui por Independencia para abajo hasta la Plaza Baquedano y de la Plaza me vine por Recoleta… consultando en todas las funerarias, en ninguna tuve solución y en una que estaba por ahí en Recoleta, una funeraria que todavía está ahí, también me dijeron que no”, cuenta sobre la angustiante situación que enfrentó.

Y la historia no termina allí. Don Carlos relata a PALD que, ante la negativa de las funerarias, regresó a su casa y comenzó a buscar todas las cosas que pudiera vender. Una vez reunió lo que tenía disponible, salió de madrugada, casa por casa, vendiendo a cambio de lo que le pudieran ofrecer.

Una vez vendió todo lo que podía vender, contó el dinero reunido, que ascendía a 19.000 pesos. Por lo que fue a la funeraria que dirigía la señora Lucinda, y nuevamente conversaron sobre los servicios fúnebres para su padre.

En primera instancia, él le dijo que contaba con una cantidad menor, sin embargo, ante la negativa de la propietaria, comenzó a recoger el dinero. En ese momento, ella decidió ofrecer los servicios a un precio menor: 15.640 pesos.

“El día del servicio me llamó por teléfono y me dijo ‘la carroza va con el cajón directo al cementerio, no hay servicio a pie’. Pero cuando llegó la carroza a la casa, donde está la funeraria en Puente Alto, puse a harta gente delante de la carroza… y el chofer tocaba la bocina para que nosotros los dejáramos avanzar”, dice riendo respecto a todo lo que enfrentaron.

Pero todos los obstáculos atravesados despertaron algo en él, lo que significó un rumbo diferente para toda su familia. Carlos Rojas relata que “una semana después de que enterramos a mi papá, empezamos a conversar, a meditar con mi esposa. Le decía, ¿cómo puede sufrir tanto la gente en este momento como el que nosotros pasamos: sin plata, limosneando, prácticamente, el sacrificio de no comer nada en el día y a pie?”.

El dueño de Magdalena detalla que “nosotros ya teníamos al niño (su primer hijo), y comprábamos leche Nido, que venía en tarros grandes, de dos, tres kilos. Y le dije a mi esposa, ‘le vamos a pedir a Dios que nos ayude a tener una funeraria’. Busqué un tarro, lo puse en la meza, busqué un cuchillo y en el nombre de Dios, la hice alcancía”.

Así inició todo. “Después de dos años, ya había sacado la cuenta de cuántos ladrillos se ocupaban, cuánta arena, cuánto ripio para el piso; las ventanas, las puertas, valores de materiales y permisos sanitarios”, detalla Rojas sobre cada cosa en la que pensó para iniciar el negocio. 

“Sumé todos los montos. Estuvimos toda la noche contando plata con mi viejita, y después empezamos a construir, pagamos todo, con maestros y todo, y nos sobró plata”, afirma sobre cómo inició Magdalena que, actualmente, es la funeraria operativa más antigua de Puente Alto.

Don Carlos se emociona hasta las lágrimas cuando recuerda todo lo que pasó. En su momento, “el abuso de los funerarios con los necesitados”, según comenta, es la experiencia que necesitaba para ofrecer un servicio a personas que no cuentan con los medios.

Aunque no es poco común que haya gente inescrupulosa. El trabajador cuenta que muchos de los que llegan a la funeraria solicitando crédito para los servicios, no pagan: muestra la cantidad de talonarios que comprueban sus palabras.

“Hoy llamé a uno. Le dije en qué estaba y que ya hablé con el abogado”, explica sin mayores observaciones.

En medio de la entrevista, desde fuera del inmueble, un sujeto grita “¡viejo feo!”. Don Carlos se ríe y comenta a PALD que es un cuidador de autos del sector que comparte con él de vez en cuando. A veces toman desayuno y otras veces almuerzan juntos, pese a que no sabe dónde vive, comparten constantemente en la propiedad donde vive y atiende solo.

Carlos Rojas Villanueva no aceptó el abuso e indolencia que tuvo que enfrentar cuando intentaba darle sepultura a su padre. Su determinación dio frutos para él y su familia, y actualmente es el propietario de las funerarias más antiguas que operan en Puente Alto y San José de Maipo.

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