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Una vida entre máquinas de coser

Lucía Cornejo trabajó como profesora de bordado en Singer y Toyota, recorriendo prácticamente todo Chile, labor de la que guarda los más lindos recuerdos.

Lucía Cornejo Toledo comenzó su vida laboral a temprana edad en la Singer Sewing Machine Company, empresa fabricante de máquinas de coser estadounidense que se estableció décadas atrás en Chile, cuyas oficinas en Santiago se ubicaban en la Alameda con Av. España.

“¿Le cuento algo? En el colegio a mí no se me daba mucho el tema de las manualidades, y fíjese, ¡termine trabajando en una empresa de máquinas de coser, como profesora de bordado!”, cuenta doña Lucia, quien cursó sus estudios en la Escuela Consolidada de Puente Alto, llegando de niña a la comuna a vivir junto a su familia.

Cuenta que en esos años las máquinas usaban unas tarjetas especiales, haciendo de esta forma que la costura fuera más rápida, automatizando los procesos, lo que, en esos tiempos, marcaría una revolución en el rubro: por ejemplo, si un chaleco antes podía tomar días para confeccionarse, en la máquina de coser Singer se ingresaba la tarjeta con el diseño, y en tan solo dos horas ya estaba terminado.

En la década de los ‘70 las máquinas Singer se vendieron muy bien en el país, y doña Lucía era enviada constantemente por la empresa a capacitar a los compradores, motivo por el cual recorrió prácticamente todo Chile, desde Arica a Punta Arenas.

“Fue una experiencia muy bonita, me quedaba semanas o el mes a los lugres donde iba, y viajaba en avión, algo que por esos años era poco común, pues era más caro que ahora (…) En una ocasión, que estuve en La Serena, el Monseñor Juan Francisco Fresno compró 15 máquinas de coser para ayudar a personas humildes. Ellos estaban felices”, recuerda.

Asimismo, comenta que sus patrones, los “gringos” como les decían sus trabajadores, eran personas muy atentas y que gustaban mucho de la puntualidad. “Ellos nos pagaron hasta los cursos que tomábamos para aprender a manejar las máquinas, algo que no había visto antes.  También se preocupaban de darnos un uniforme, un vale para la peluquería, así como carteras y zapatos de cuero. Andábamos de punta en blanco, ¡parecíamos azafatas!”, dice entre risas.

NUEVOS RUMBOS, MISMA LABOR

Con la crisis económica que golpeó a Chile en 1982, en que el país al depender excesivamente del mercado externo se vio fuertemente afectado por la recesión mundial de 1980, Singer Company decide cesar sus funciones en territorio nacional, pero no olvidándose de sus trabajadores, pues todos fueron reubicados en Toyota, ejerciendo los mismos cargos, pero con menores regalías y con recortes en sus sueldos.

“Fue complicado, y por todo lo que sucedía, debíamos ir a trabajar los días sábados e incluso los domingos en algunas oportunidades. Eso sí, agradecimos el hecho de continuar con nuestros empleos, en esa época tan difícil”, comenta doña Lucia, jubilándose en la empresa antes mencionada en el 2013, tras 46 años.

Desde entonces, se encuentra dedicada a labores del hogar, pero indica: “me costó adecuarme la verdad, pues fui una mujer que laboró toda su vida, desde muy joven. Tuve la suerte de que también conté con la ayuda de alguien que cuidaba de mis tres hijos, lo que facilitaba que pudiese trabajar. Actualmente también cuido a mi madre, que aún está conmigo, a los 98 años, y cada dos meses me reúno con mis ex compañeras de la Escuela Consolidada, con quienes incluso compartimos un almuerzo recientemente a fines de diciembre, despidiendo el año”.

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