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Trabajo de toda una vida en el comercio callejero

Los helados y confites que “don Chundo” vende en su fiel carrito, llevan sabor y alegría a chicos y grandes en Puente Alto.

Desde hace años que Segundo Ramírez (57), más conocido como “Don Chundo” recorre diversos sectores de Puente Alto vendiendo sus sabrosos helados, atendiendo a los niños como sus clientes más fieles, y los que más cariño le demuestran.

“En este mes, el triciclo anda abanderado, como se debe en Fiestas Patrias”, comenta a PALD este puentealtino nacido y criado en la capital provincia. Menor de 7 hermanos e hijo de constructor y madre dueña de casa, dice que de niño que vende en la calle, “por opción propia. Yo me arranqué del colegio, y nada tuvieron que ver mis padres. Desde chico que trabajo, partí vendiendo dulces en las micros, fíjese. Me gusta la independencia que tengo, de ser mi propio jefe. Desde entonces no he parado”.

Es así como don Chundo, en su carrito, transita diariamente por la población San Gerónimo, Magdalena, Pedro Aguirre Cerda y Vicente Pérez Rosales, entre otras. “Me detengo harto rato a vender en el colegio Renacer, y en el San Fernando. Esta son las mejores épocas, con la llegada del calorcito. En los meses más ‘fríos’, vendo confites, helados de inverno, sustancias, etc. No me detengo”, afirma

Consultado por su salud, dice que solo sufre de resfríos, de los que se sana tomando agüitas y miel con limón, pues cree que su diaria labor le ayuda bastante a mantenerse en forma, pues a la vez practica deporte de forma indirecta, pedaleando grandes distancias a nombre de “Empresas Chundo ilimitada”, el peculiar nombre con el que bautizó a su emprendimiento.

VOCACIÓN DE AYUDA

Un hecho que a Segundo le llena de orgullo, es un reconocimiento que recientemente realizó el Colegio Renacer a su persona, pues en el establecimiento educacional en el que, sin pedir nada a cambio, barre las veredas y en invierno, ayuda a evacuar las aguas lluvias. “Es algo que hago por mi propia voluntad, para ayudar a la gente y a los niños”, comenta.

En todos estos años eso sí, admite que mucha gente ha ayudado en este largo camino recorrido hasta la fecha, agradeciendo al personal del Colegio San Fernando, Renacer, San Gerónimo y al jardín infantil Raimapu, “así como a negocio de la tía Martita y el tío René, mis proveedores, y a una gran amiga, Pilar, que ha sido un gran apoyo en mi trabajo (…) Seguiré en la calle vendiendo helados, hasta que Dios me de vida y salud, pues no hay nada más lindo que ver la sonrisa de un niño, feliz, algo que de verdad me llena el alma, y me compensa más que un par de monedas”, concluye emocionado.

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