El guardia de la piscina del Parque San Francisco se muestra agradecido del cariño demostrado de parte de los vecinos a su labor.
Desde hace poco más de un mes que Rodrigo Castro desempeña funciones de guardia de seguridad en la piscina del Parque San Francisco, siendo el encargado de recibir a los cientos de personas que día a día asisten al recinto municipal, siempre con una sonrisa y un trato amigable, entregando toda la información posible frente a las dudas y preguntas de los vecinos, y la vez, brindando una cordial bienvenida.
“Llegué a los 5 años a Puente Alto, junto a mi familia desde La Pintana, pues nos salió una casita en la comuna, en el sector Bajos de Mena. Lamentablemente, fue una de las conocidas ‘Casas Copeva… ¿se acuerda? ¡Esas que se llovían todas y les pusieron plásticos! Bueno, con la indemnización que mis padres recibieron de parte del Gobierno de entonces, nos reubicamos en la Villa Juanita”, señala.
Sus padres fallecieron jóvenes, y al momento de reclamar inmuebles y temas relacionados a la herencia, cuenta que hubo rencillas familiares. “Yo por mí parte, tomé lo que me correspondía y me alejé, enfocando mis esfuerzos en mi familia y mi hogar”.
Y es que su señora y su pequeña hija son la razón de vivir de este esforzado puentealtino. Cuenta que sus primeros trabajos fueron de garzón, pasando luego a labores de aseo industrial, realizando posteriormente un curso OS10. Como guardia, dice que trabajó en Ciudad Empresarial cerca de 4 años.
“Se ganaba bien, pero la verdad era bien lejos y no tenía casi nada de tiempo para compartir con mi familia. Me levantaba a las 5 de la mañana y llegaba a las 10 de la noche a casa… Cuando me di cuenta que debía hacer un cambio, fue cuando mi señora me dijo que hablaba dormido, en sueños, sobre el trabajo. Ya era mucho”, sostiene.
LA FAMILIA PRIMERO
Por el motivo antes mencionado, Rodrigo comenzó a busca un empleo cercano a su hogar, y en el que también pudiera estar cerca de su familia, pues su señora sufre de epilepsia y su hija padece una extraña enfermedad que ataca a su hígado (por lo que en estos momentos se encuentra a la espera de un trasplante). Las condiciones de ambas hacen que él sea el soporte económico de la casa. Si bien la vida en este sentido se le ha puesto “cuesta arriba”, Castro siempre ha demostrado una gran fortaleza frente a la adversidad.
“Fue así como llegué primero a laborar de guardia al Balneario Municipal, como reemplazo por un mes, y luego la administración volvió a solicitar mis servicios por mi buen trabajo y el buen trato con las personas. Creo firmemente que mis empleos anteriores en los cuales tenía relación con bastante clientela, me ayudó en este sentido, mejorando mis habilidades blandas”.
Y hace unas semanas, fue trasladado a la piscina del Parque San Francisco. Al respecto, comenta: “Mucha gente me ha echado de menos en el Balneario, pues parece ya se habían acostumbrado a verme seguido, desde colegas de trabajo a vecinos puentealtinos. Me habían hasta puesto el apodo ‘el Señor de los Anillos’, ¡porque ocupo nueve anillos en mis dedos! (risas). Varias personas me han venido a visitar. Es lindo saber que uno deja una huella en la gente, con la labor que hace”.
(Nota y fotografías en edición impresa de sábado 18.1.20)