El ex futbolista fue seleccionado Olímpico y jugador de la UC, equipo con el que salió campeón en 1966.
Jugando pichangas en el barrio con amigos y vecinos desde niño, fue como partió Lorenzo “lolo” Díaz (73) sus primeros pasos en el fútbol, deporte que luego le llevaría al profesionalismo, compartiendo con jugadores y gente ligada al deporte rey de diversos rincones del planeta, con quienes guarda hasta hoy grandes relaciones de amistad y lindo recuerdos.
“Fui el primero de la familia en dedicarme al deporte”, señala. “Fíjese que iba a ser cura, si estudie en la Academia de Humanidades y después ingresé a un Seminario. Cuando todos mis compañeros en los recreos rezaban o leían la biblia, yo juagaba con una pelota de goma en el patio. ¡Me retaron muchas veces!”, añade entre risas.
Cuenta que un curita, don Hernán Toro, que era Jefe del Seminario – y un ferviente hincha de la Universidad Católica- al ver su pasión por el balompié pidió autorización para que jugara en un campeonato interescolar representando al establecimiento. “Jugué tan bien, que se puso en contacto con dirigentes de la UC, me fueron a ver y quedé en las divisiones infantiles de Católica, con don Pepe Valdebenito como DT. Luego pasé a las juveniles, y fui seleccionado cadete, lo que compatibilizaba con los estudios”, recuerda.
A los 17 años pasaría como reserva al primer equipo de Universidad Católica, debutando al poco tiempo contra River Plate, en un Estadio Nacional a su máxima capacidad, oportunidad en que dice “el corazón me latía a mil, fue algo de locos. Ese partido lo ganamos 1-0, y el árbitro fue don Carlos Robles, un verdadero caballero, que se sabía el nombre de todos los jugadores del país. ¡Tenía una memoria tremenda!”.
Con los años, don Lorenzo seguiría siendo jugador del primer equipo de la UC, ocupando la posición de puntero derecho/izquierdo, equipo con el que salió campeón el año 1966.
EL ASTRO BRASILEÑO Y OLIMPIADAS EN ALEMANIA
Un año después, don Lorenzo junto a la UC jugaría la Copa Libertadores, oportunidad en que el conjunto cruzado tuvo que enfrentarse con el Santos, el equipo del mítico Pelé, disputando así partidos de ida y vuelta en Chille y Brasil.
“Para mí, así como para muchos de mi generación, Pelé es el mejor jugador en la historia del futbol, hasta hoy, sin desmerecer a Messi, Ronaldo o Maradona. Quien lo vio jugar sabe que simplemente él era algo fuera de este mundo. En los partidos, hizo lo que quiso”, afirma. De este encuentro aún guarda la camiseta del astro brasileño, la que guarda como un verdadero tesoro.
En tanto, en 1972 integró la selección que participó en las Olimpiadas de Múnich (Alemania), otra de las maravillosas experiencias que le ha dejado el fútbol en su vida.
Sus hijos siguieron en cierta mediad sus pasos: el mayor es profesor de tenis en España, mientas que su hija Margarita, periodista, es a la vez árbitro, estando tres años en Tercera División, llegando luego al profesionalismo, e integrando posteriormente la Comisión de Árbitros de la ANFP.
“A la juventud quisiera darle un consejo: hagan deporte, nunca lo dejen. No solo los va a hacer sentirse realizados en lo personal, sino que a la larga los ayudará a ser mejores personas”, concluye.
