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Doña Filomena Valenzuela y su “buena mano”

La mujer, desde temprana edad, tuvo habilidades para la cocina, lo que le ayudó en la vida a salir adelante.

Medio siglo lleva viviendo en Puente Alto Filomena Valenzuela, quien llegó a la capital muy joven, buscando mejores oportunidades en la vida. Oriunda de Pupuya, localidad que pertenece a la comuna de Navidad (VI región). Hija de padres agricultores, cuenta que de su madre heredó su pasión por la cocina, quien además de su labor ayudando en la casa, aportaba económicamente al hogar gracias a la venta de comidas, especialmente de empanadas.

“A los 16 años arribé a la capital, con un compadre de mi papá, que me recomendó para trabajar cuidando a una abuelita. Ahí estuve un tiempo. Luego pasé a trabajar a otros hogares en labores similares, hasta que me recomendaron para trabajar en una casa de una familia rusa, en el sector oriente, puertas adentro. Ahí estuve cerca de 27 años”, recuerda doña Filomena.

En el hogar de dicha familia, se encargó de todas las tareas hogareñas, además de la crianza de los hijos de la familia. Dice que era considerada “más que una empleada”, puesto que la confianza que deportaban en ella era tremenda. “La pareja se iba a veces por casi un año fuera de Chile, viajaban mucho, y la casa pasaba vacía. Yo llevaba a mis hijos, no había ningún problema”.

La preparación de la comida diaria, era, por supuesto, una de sus grandes preocupaciones, y su “buena mano” en la cocina era muy valorada. “También aprendí  a hacer algunos platos típicos de la comida rusa, lo que me decían me quedaban muy ricos”, afirma.

Ya radicada en Puente Alto, por casi 10 años estuvo a cargo de la concesión el casino del Centro Melchor Concha y Toro, junto a su amado marido, don Juan Acuña, años que le traen recuerdos que guarda con mucho cariño. “En septiembre pasado cumplimos 50 años de matrimonio, fíjese. La paciencia es fundamental para que dure tanto una relación, y el secreto  no tomar tan en serio a la pareja cuando se enoja”, señala entre risas.

LA FAMILIA PRIMERO

Pareciera que nunca es tarde para seguir aprendiendo, y doña Filomena desde hace unos años decidió ingresar al curso de Cocina y  Repostería que se llevan a cabo en la Oficina del Adulto Mayor de Puente Alto, en donde ha ahondado su conocimientos en el tema, e incluso, ha ayudado a otras compañeras -bajo la supervisión de la  monitora- enseñándoles a preparar ricas tortas.

“Hace un tiempo que me dedico, con un pequeño emprendimiento, a vender empanadas y tortas, ¡y me va muy bien! Partí ofreciéndolas primero por el sector donde vivo, casa por casa, hasta que me hice de una clientela, que ya me llama cuando quiere que le lleven sus encargos. ¿Sabe? Hasta me ofrecieron ser monitora en el curso donde estoy… pero mi preocupación hoy es mi marido, que está delicado de salud y yo lo cuido en lo que sea necesario”,  dice con emoción.

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