La docente de niña supo lo que quería ser en su vida. Con cariño y nostalgia recuerda sus años en las aulas.

43 años dedicó su vida a la docencia Bony Órdenes Valdés. Hoy, ya jubilada, recuerda con nostalgia y mucha emoción sus años como profesora, en los que recibió mucho cariño y apoyo, sobre todos de los niños y niñas a quienes formó y moldeó, dejando  así una huella en sus vidas.

Puentealtina de tomo y lomo, nació en la antigua Casa de Socorro en la comuna, pero a los pocos meses tuvo que irse a vivir por unos años junto a su familia a la localidad de Coquimbo por asuntos laborales de su padre, regresando posteriormente a esta capital provincial a los 5 años, iniciando así  su etapa escolar en colegios tales como la Escuela 18 y la Escuela Maipo, para luego ingresar al Instituto Comercial.

“De niña jugaba a ser profesora, mi tío Juan Órdenes que era profe en la Escuela Consolidada, y mi prima Celia de la Escuela Matte, fueron mis dos grandes ejemplos. A mis 16 años fue la primera vez que pude enseñar, a cursos de pre-kínder y kínder en la Escuela 18, gracias a gestiones de don Rubén Cárdenas, hijo de la directora, quien me tenía un afecto muy grande. Así fue como partí”, recuerda.

Ya decidida sobre su futuro, estudia Pedagoga en Educación General Básica en la Universidad Católica de Valparaíso. Tras egresar -esperando ya a su segundo hijo- ingresando luego a trabajar en la Escuela 18 y el Colegio Estela Segura, establecimientos educacionales en los que se desempeñaría durante toda su vida laboral.

“¿Le cuento? salí elegida como mejor maestra en ambos colegios,  y también como la mejor profesora de Puente Alto… ¡incluso me reconocieron en el PALD! Aún conservo ese galvano”, comenta emocionada. “Los años pasan tan rápido oiga, que a veces no valoramos totalmente  lo que nos sucede”, agrega.

AGRADECIDA DE LA VIDA

Doña Bony tuvo a su cargo como profesora jefe a cursos desde 1º a 4º básico y de 5º a 8º básico por muchos años, por lo que compartió mucho con niños y niñas desde su formación, motivo por el cual al momento de la despedida la embargaba una gran emoción. “Todavía mantengo contacto con varios de mis ex alumnos, ¡incluso de una niña que tuve en pre kínder, cuando yo era jovencita! Aún me dicen ‘tía Bonyta’ cuando me encuentro con ellos por ahí”.

Consultada sobre qué fue lo que le dejó la docencia en su vida, responde: “mucha belleza, muchos momentos lindos. Agradecida que esta carrera  forjó mi vida, mi persona, y pude sacar adelante a mis 4 hijos, todos profesionales. Y a la vez el haber entregado conocimientos y valores a mis alumnos, creo que es lo más lindo del mundo. Para mí, los niños pasaban a ser mi  segunda familia”.

¿Y que le diría Doña  Bony a un niño que desea ser profesor? “Primero que todo, que debe tener una gran vocación, y que siga adelante en su camino, en sus sueños, pese a lo que podrían decirle los demás. Uno va formando a personas a través de su vida, y eso hace que siempre la recuerden”, afirma. “Personalmente, nunca he dejado de ser profesora, y siempre estoy aprendiendo”, concluye.