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Omar Cifuentes, manteniendo viva una tradición chilena

El chinchinero y organillero puentealtino lleva 35 años difundido este oficio criollo.

El chinchinero es Patrimonio Cultural Intangible de Chile, personaje que no existe en ninguna otra parte del mundo, que ha alegrado las calles de nuestro país con su baile y percusión por más de cien años junto a la compañía y música de Organillos y Organilleros, quienes además de valses, foxtrot, bayones y cuecas, ofrecen juguetes de elaboración artesanal como chicharras y remolinos.

Omar Cifuentes es uno de sus cultores en Puente Alto, quien recorre junto a compañía de familiares los distintos rincones de la comuna, llevando su arte y alegría a la gente: en esta oportunidad su escenario fue la Plaza de Puente Alto, donde animaba con su música  y piruetas a las personas que se encontraban y pasaban por el lugar, así como a quienes realizaban largas filas en los bancos y comercios cercanos, haciendo de esta forma mucho más llevadera la espera.

“La gente en Puente Alto es muy cariñosa, y acá se valora mucho la cultura, es una de las razones por las cuales me decidí a vivir en la comuna, hace años ya”, señala Cifuentes, tras haber pasado por el público con su sombrero, pidiendo una colaboración voluntaria tras su presentación.

Cuenta que ya lleva 35 años como chinchinero, partiendo desde niño, oficio que aprendió de su familia. “Yo soy la cuarta generación ya, y mi hijo es quien continuará con la tradición. ¿Sabe? en esto, más que la técnica, que se aprende a muy temprana edad, lo más importante  es entregar a los demás este arte con el corazón, pues así la gente lo disfruta mucho más, desde niños, jóvenes, adultos y abuelitos”.

Justamente, dice que estos últimos son los que más se emocionan, a veces hasta llegar a las lágrimas, pues afirma que les recuerda su niñez, trayéndoles de esta forma lindos recuerdos.

TIRANDO PA’RRIBA DE NUEVO

Estos artistas callejeros -declarados en 2013 como Tesoros Vivos de la Humanidad-  tuvieron que  realizar  hace unos meses campañas de recolección de dinero y alimentos para sobrevivir a la pandemia, al no contar con apoyo estatal, viendo afectada su actividad.

“Los chincheros y organilleros luchamos para que este arte, tan chileno, no muera… Al llegar la pandemia, nos afectó muchísimo.  Tuvimos que organizar esta iniciativa de ayuda hace unos  meses, y tanto la gente como las empresas se portaron muy bien con el gremio, lo que aprovecho de agradecer. Ahora estamos todos los chinchineros y organilleros tirando pa’rriba de nuevo, cuidando este lindo patrimonio”, sostiene. Consultado sobre qué significa para él ser chinchinero, ya por más de tres décadas, responde: “es mi alma, es todo lo que yo he tenido. Todo se lo debo a mi chinchín y a mi organillo. Le agradezco a los vecinos de la comuna todo el amor y cariño que me han demostrado a lo largo de los años”.

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