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Andrés Cid, agradecido de la vida

El confitero se siente feliz de poder volver a trabajar en el centro dela comuna. “Echaba de menos el contacto con la gente”, comenta.

De la comuna de El Carmen es oriundo Andrés Cid Molina (69), hijo de padres agricultores esforzados, y que de niño tuvo que ayudar a sus progenitores y su numerosa familia en tareas propias de las labores del campo.

“Al colegio la verdad casi ni iba. Quedaba tan re’ lejos de donde vivíamos que era complicado llegar, sobre todos para el  inverno, ya que los caminos, de tierra se llenaban  de barros y se inundaban”, recuerda don Andrés.

Acostumbrado de pequeño ya al trabajo, a los 21 años emprende rumbo a la capital buscando mejores horizontes, quedándose un tiempo en la casa de un hermano que ya se había venido a Santiago. Con él estuvo un tiempo, entrando primeramente a trabajar a la fábrica de cerveza Bavaria, para luego “cambiar de aires”, pues se fue a Isla Negra, como ayudante de maestro de cocina.

“Ahí aprendí algo de gastronomía, y después la verdad me dediqué a hacer ‘pololitos’ más que nada, por aquí y por allá, hasta que me dio por vender helados en la micros, para ya finalmente decidir establecerme con un puesto de confites. En esto ya llevo cerca de 25 años, estando en el centro de Puente Alto”,señala.

Y es que  don Andrés se siente “privilegiado” como comerciante con el lugar en donde se encuentra, junto a su fiel carrito: afuera de Carnes Miro, una de las carnicerías con más tradición en la comuna, donde el flujo de gente es constante, lo que sin duda favorece su actividad.

DE VUELTA AL TRABAJO

“Acá llego todos los días a las 8 de la mañana, y me voy cerca de las 18.30, dependiendo de cómo esté la cosa. Me conocen todos por aquí, la gente de la carnicería, de los locales cercanos, de la municipalidad, etc. A veces llegan y ya sé lo que se van a llevar, ¡así que los atiendo altiro!”, dice entre risas el confitero.

Don Andrés vive a 10 minutos del centro de Puente Alto, por lo que llega rápidamente en su “torito” a su hogar. Parte de su mercadería la guarda en Carnes Miro, donde gentilmente le ceden un espacio.

Consultado por cómo afrontó el periodo de cuarentena el pasado año, pues está acostumbrado a estar en la calle, en contacto con la gente, responde: “estuve siete meses guardado. Fue algo bien triste, y me achacaba a veces, pero ¿qué más le íbamos a hacer? Cuando volví a la calle,  a la pega, fue muy reconfortante. Eso sí, mi pareja fue un gran apoyo en esos meses. Me siento un agradecido de la vida. Además, ¡la salud me acompaña muy bien!”.

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